En primer lugar quisiera expresar mi agradecimiento, el de mi familia y el de mi madre en particular, a Ginés Saura, a Enrique Cerdán, a Santos Escarabajal, a la Comisión para la Recuperación de la Memoria Histórica de Orihuela, al Ateneo Socio- Cultural “Viento del Pueblo”, al Movimiento Ciudadano por la III República “Miguel Hernández” y a todos los que, con su trabajo y esfuerzo, han hecho posible los actos que se celebrarán entre hoy y mañana en homenaje a los fusilados el 24 de Octubre y el 17 de Noviembre de 1939.

 

Cuando decidí hace poco más de año y medio ponerme en contacto con Ginés y enviarle una copia del manuscrito de mi abuelo, ya entonces tuve el presentimiento de que aquello no iba a quedar en una simple llamada por teléfono.

Podía no haberlo hecho y seguir en silencio como muchos permanecen aún hoy en dia.

Podía engañarme a mi mismo y convencerme de que la historia de mi abuelo debía permanecer tan solo en lo privado, dentro del ámbito familiar. Pero desde hacía tiempo era consciente del valor de sus memorias y del deseo de mi abuela y de mi madre de que algún dia éstas salieran a la luz.

 

A los futuros lectores del libro que se presenta, yo les pediría que lo leyeran sin prisa, sabiendo ver entre lineas pues aparte de los hechos, los nombres y las fechas, en él descubrirán la historia de un hombre libre, que luchó por una sociedad más justa, que fue fiel a sus ideales y que se hizo dueño de su destino, al convertir su muerte en el último eslabón que le llevaría a la victoria final.

 

La victoria de quien hoy, casi 70 años después de haber sido fusilado por las fuerzas fascistas. Mientras que los nombres de sus verdugos y enemigos han caido en el oscuro foso del olvido. Su nombre y el de los que lucharon y murieron a su lado, han sido, son y serán, recordados para siempre.

 

Muchas gracias a todos.

 

Esta mañana al mirar a mi madre, en ella no he visto a una mujer de 70 años, sino a mi propia hija de 4. La misma edad que tenía cuando tuvo que abandonar la ciudad que la vio nacer  y donde a su padre le quitaron la vida.

 

Me la imagino subiendo al tren en silencio. Ese silencio que impuso por el miedo y la fuerza la dictadura franquista, el mismo silencio que impuso bajo un velo de responsabilidad, la malograda transición española y que, desde entonces  hasta hoy dia, ninguneó  la consolidada democracia.

 

¿Qué se puede esperar de quien vivió toda su vida en silencio?

Tan solo lágrimas. Años de lágrimas que se las tenían que tragar porque no podían mostrarlas en público y menos aún tener un lugar donde poder derramarlas.

Es por eso que hoy es un dia de lágrimas. De reencuentros y de despedidas.

Este monumento nunca podrá saldar la deuda que tiene el estado con los que lucharon por su legalidad, por la justicia y por la libertad de todos los españoles. Pero servirá de consuelo para los que durante tantos años, han sufrido en sus corazones el amargo dolor del olvido.

 

Muchos son los que se han quedado por el camino.

Por ellos y por su recuerdo ha valido la pena estar hoy aquí.